Las emociones son más difíciles de entender que las necesidades físicas. Muchas veces tenemos emociones encontradas y hasta contradictorias. A veces lo más difícil es identificar qué es realmente lo que estamos sintiendo, pues las emociones muchas veces están en capas, unas encubriendo a las otras. Además nadie nos educa para sentir y resolver emociones, se nos deja más bien a nuestro propio entendimiento qué hacer con ellas. Lo más importante es aprender a conocernos, a observarnos, a indagar profundamente dentro de nosotros mismos para ir identificando nuestras emociones, poniéndoles nombre y causa. Una vez identificadas, es mucho más fácil lidiar con ellas, y cuando las dejamos salir y correr su curso, se van diluyendo por sí mismas.
A mí me sucede que el enojo muchas veces esconde miedo. Cuando identifico detrás de un gran coraje el miedo que me lo provocó, puedo lidiar con la causa y disipar las emociones. Por ejemplo, me enoja cuando mis hijos no obedecen. Este coraje esconde mi miedo a perder el control. Cuando lo realizo y atiendo mi necesidad de controlar y el miedo que me da no poder hacerlo, el enojo se disuelve por sí mismo. Cuando nos conocemos y lo que nos detona nuestras emociones se vuelve mucho más fácil mantenerlas en equilibrio. Te invito a intentarlo.