Tener una meta realista es el truco. Realista para ti, no para nadie más, y eso conlleva conocerte profundamente y ser, casi brutalmente, honesto. Les voy a platicar una historia personal para ilustrar esto: tengo una amiga que tiene el cuerpo más bonito que se puedan imaginar. Parece un ángel de Victoria’s Secret. Cuando era más joven deseaba tener un cuerpo como el suyo cada vez que la veía en traje de baño, y sentía que era injusto tener mi cuerpo en vez del suyo. Sí, me daba envidia, lo tengo que confesar.
Un día me armé de valor la senté y le pregunté directamente que hacía para tener ese cuerpo perfecto. Me sonrió y me dijo su rutina diaria: Me levanto a las 5:00 AM, pase lo que pase y hago ejercicio durante dos horas, la primera hora corro y la segunda voy al gimnasio para hacer mis rutinas específicas de brazos, abdomen o glúteos. A las 7:00 AM desayuno. Típicamente una malteada de proteína baja en calorías o un yogurt sin grasa con moras. Me voy a trabajar. Para la comida me como una ensalada, sin aderezo, sin nueces o queso, y alguna proteína animal baja en grasa a la plancha, como pescado o pollo sin piel, sin salsas de ningún tipo, acompañada de vegetales verdes. Para la cena, si estoy en casa, me tomo otra malteada de proteína. Si salgo, como algo similar a lo de a medio día. Una vez a la semana puedo consentirme y comerme algo dulce, como un chocolate, o dos copas, pero no vino blanco o alguna bebida mezclada con jugos pues tienen mucha azúcar. Cuando hago esto, hago ejercicio extra al día siguiente, por lo menos 15 o 30 minutos más de ejercicio aeróbico. Esta rutina no varía, es igual si estoy de viaje, de vacaciones, si me acosté a las diez de la noche o a las cuatro de la mañana, aún así me levanto a hacer ejercicio, sin excusas, nunca.
Primero estaba poniendo atención, en medio estaba desmoralizada y para el final estaba aterrada. Cuando terminó de describir su rutina ya no sentía envidia, de hecho me dio un poco de ternura su rigidez. Se merece ese cuerpo, y cada mirada de admiración que recibe, de hecho, ¡se merece más! Realicé en ese instante que yo no estaba para nada dispuesta a hacer eso, y que todo lo que hacía era necesario para lograr ese cuerpo hermoso. Cambié mi meta. Ya no quiero un cuerpo perfecto, me conformo con mediano y sano, con muchos resbalones e indulgencias en viajes y vacaciones. Sé que tengo que resarcir el daño cuando regreso a mi rutina, y así lo hago. Esta meta sí es alcanzable para mí, y es un esfuerzo para mí mantener inclusive este nivel de compromiso, pero lo logro. Cambiar mi meta me puso en la zona de realidad, mi realidad.
Así que en conclusión, cuando tengas tu lista de cosas que hacer revisada, tus metas establecidas y todo listo. Llévate a ti misma a tomar un café y ten una charla honesta contigo misma y decide si la meta que estás estableciendo es alcanzable para ti. Si no, no te des por vencida, modifícala para que se acomode a tu realidad presente. Siempre puedes ir subiendo de nivel después. Tu lista tiene que ser posible AHORA, con las condiciones que tienes hoy.