La personalidad es la música del alma
2016-06-06
La música es el único arte que requiere de un intérprete y es éste el que le da importancia y significado a la pieza musical.  Del mismo modo imagino la tríada cuerpo, personalidad, alma.  El cuerpo es el instrumento musical, la personalidad es el intérprete y la música es el alma.  Cada uno traemos una alma con ciertas características y dones, una bella y única pieza musical que es nuestra escencia.  Nuestra personalidad interpreta esta partitura, le otorga emociones, pensamientos y su sello particular, media entre esta partitura escrita y los acontecimientos de la vida que le afectan, como un intérprete media entre la partitura, el instrumento y el público.  El cuerpo es el instrumento en el que se desarrolla la sinfonía de la vida.
Algo pasa en la vida, y es como si eso tocara nuestras notas.  Como si un pianista dotado permitiera que el público tocara su instrumento.  Algunas notas son armónicas y otras son disonates.  Cuando alguien o algo toca una melodía agradable, nos sentimos felices, cuando por el contrario, tocan notas discordantes, nos sentimos infelices.  Lo malo aquí es que son los acontecimientos externos a nosotros que están “tocando nuestras notas”, y estamos, como instrumentos, reaccionando a los dedos toscos de personas o circunstancias que están dañando nuestro sistema.  No realizamos que nuestra personalidad es la que decide cómo interpreta lo que sucede afuera de ella.  Somos nosotros los dueños del color o interpretación particular que le damos a la vida.  Nosotros somos los pianistas y nosotros decidimos a cómo y a quién dejamos tocar nuestro piano.
¿Por qué no aprendemos a tocar nuestro instrumento?  Si nos concibieramos como los creadores que somos, seríamos de nuevo los intérpretes de nuestra propia múscia, armonizando las melodías que a nosotros nos gustan y no las que los demás quieran tocar en nosotros.  Si aprendieramos esto, veríamos que sólo pueden tocarnos aquéllos a quienes se los permitimos, y de la manera en que se los permitimos, pues los únicos dueños de nosotros somos nosotros mismos.  
Así, los sentimientos, los pensamientos y todo lo que hacemos son decisión y responsabilidad exclusivamente nuestra.  Los acontecimientos externos a nosotros sólo suceden y somos nosotros los encargados de interpreatrlos y darles significado y sentimiento.