Hay cosas que son nuestra naturaleza. Así nacimos. Esta naturaleza nos dá nuestra pesonalidad básica y actúa como el filto a través del cuál vemos los acontecimientos de nuestras vidas. La experiencia después nos forma, nos enseña, nos moldea a nosotros y nuestros comportamientos, pensamientos y percepciones. Pero nuestra naturaleza siempre está ahí y siempre es el punto de referencia al que vovemos, una y otra vez. Una es nuestra naturaleza escencial, la otra nuestra experiencia en esta vida. El comportamiento y la percepción son modificables, la naturaleza es muy difícil de cambiar. Moldeamos nuestras reacciones y comportamientos a través del filtro de nuestro carácter inato, pero de acuerdo a nuestra experiencia vital, por eso somos tan distintos.
Mi naturaleza es empática y sensible, me gusta ayudar y sanar, para lograr ésto, utilizo mi sentir intensamente, el tener un rango emocional muy amplio, para poder empatizar y comprender a aquéllos que trato de ayudar. Este filto me ha hecho moldear mi experiencia de vida, donde todo toma un significado emocional profundo, y siento con mucha agudeza, no sólo el amor y la gratitud, sino también el dolor y la impotencia. Los demás no me entienden y me lastiman, muchas veces sin darse cuenta, pues no sienten tan profundamente como yo. No es su naturaleza. Mi compañero, por ejemplo, es un guerrero, él es un luchador y filtra su realidad a través de esta naturaleza. El tiene que discutir cada punto y ganar, es agresivo, calculador y un poco panóico, como buen general. Cada experiencia toma un significado totalmente diferente para él que para mí y ninguna de las dos está mal o bien. Un ejemplo de ésto:
Situación: Una tienda no nos entregó algunos artículos a tiempo para las fiestas navideñas.
Mi reacción: Al principio decepción, después inmdiatamente empatizo y pienso: “Es Navidad y seguramente están muy ocupados en esta época del año”.
Su reacción: Enojo y agresión, él piensa: “Se están aprovechando de mí, la única manera que van a entender que no se pueden meter conmigo es si les duele.”
Cuando hablan de la tienda para avisar que los artículos van a llegar tarde, yo voy a decir, “no importa, entiendo que están muy ocupados en ésta época del año, yo me las arreglo.” Si él contesta la llamda, dirá “si no me entregan como quedaron, ¡los voy a demandar!” Si escucha mi respuesta, se va a poner agresivo conmigo, diciendo que soy muy dejada, poniéndose agresivo verbalmente conmigo, lastimándome en el proceso, pues la agresión me afecta agudamente. Si yo escucho su respuesta, automáticamente voy a empatizar con las personas de la tienda, voy a tratar de calmarlo para que deje de amenazarlos. Esta diferencia nata de nuestras personalidades ha causado muchos problemas y mucha angustia en nuestra relación. Aunque entiendo la mecánica y cómo se siente él, no puedo evitar que me duela su agresión. El, no siendo tan empático, no entiende porque me afecta que sea agresivo con alguien más.
La pregunta aquí es: ¿Hay manera de puentear esta diferencia? La respuesta hasta ahora ha sido casi siempre no. El punto de vista de una persona es suyo y de nadie más. Ninguna persona puede comprender completamente a otra, pues cada quién tiene una naturaleza particular y unas experiencias de vida diferentes, logrando que el resultado sea completamente distinto. Eso es lo que hace que cada uno de nosotros sea singular, una manifestación única y diferente, irrepetible.
Sinemabrgo, hay puntos de coincidencia. Nadie más que nosotros mismos logrará entendernos completamente y llenar todas nuestras necesidades y expectativas. Pero todos compartimos un punto, todos hemos sentido emociones. Aunque las manifestemos de manera diferente en nuestras reacciones, todos hemos sentido miedo, decepción, amor, felicidad y conexión, aunque sea por un instante con otro ser viviente. Son estos puntos de coincidencia que nos permiten relacionarnos, coexistir y construir parejas, asociaciones, familias y sociedades de común acuerdo. Es aquí en donde podemos unirnos, en nuestos puntos afines, aunque cada uno seamos únicos y diferentes.
Entonces, ¿cuál es la receta?
- Entender la naturaleza básica del otro y la tuya.
- Comunicación, hablando siempre de tí mismo/a y haciendo referencia a las emociones.
- Aceptación de que el otro jamás podrá comprenderte por completo, ni tú a él/ella; aceptación de tí mismo/misma y de tu punto de vista
- Bajar tus espectativas